viernes, 19 de abril de 2019
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 475.
(Respuesta YouCat – repeticion) La vida de Jesús era toda ella una oración. En
los momentos decisivos (las tentaciones en el desierto, la elección de los
apóstoles, la muerte en la Cruz) su oración fue especialmente intensa. A menudo
se retiraba en soledad para orar, especialmente por la noche. Ser uno con el
Padre en el Espíritu Santo: ése fue el hilo conductor de su vida terrena.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2600) El Evangelio según San Lucas subraya
la acción del Espíritu Santo y el sentido de la oración en el ministerio de
Cristo. Jesús ora antes de los
momentos decisivos de su misión: antes de que el Padre dé testimonio de Él en
su Bautismo (cf. Lc 3, 21) y de su Transfiguración (cf. Lc 9, 28), y antes de
dar cumplimiento con su Pasión al designio de amor del Padre (cf. Lc 22,
41-44); Jesús ora también ante los momentos decisivos que van a comprometer la
misión de sus apóstoles: antes de elegir y de llamar a los Doce (cf. Lc 6, 12),
antes de que Pedro lo confiese como "el Cristo de Dios" (cf. Lc 9,
18-20) y para que la fe del príncipe de los apóstoles no desfallezca ante la
tentación (cf. Lc 22, 32). La oración de Jesús ante los acontecimientos de
salvación que el Padre le pide que cumpla es una entrega, humilde y confiada,
de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre.
Para meditar
(Comentario CIC) (C.I.C
2605) Cuando llega la hora de cumplir el plan amoroso del Padre, Jesús deja
entrever la profundidad insondable de su plegaria filial, no solo antes de
entregarse libremente ("Padre...
no mi voluntad, sino la tuya": Lc 22, 42), sino hasta en sus últimas palabras en la Cruz, donde orar
y entregarse son una sola cosa: "Padre, perdónales, porque no saben lo que
hacen" (Lc 23, 34); "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el
Paraíso" (Lc 24, 43); "Mujer, ahí tienes a tu Hijo […]. Ahí tienes a
tu madre" (Jn 19, 26-27); "Tengo sed" (Jn 19, 28); "¡Dios
mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?" (Mc 15, 34; cf. Sal 22, 2);
"Todo está cumplido" (Jn 19, 30); "Padre, en tus manos pongo mi
espíritu" (Lc 23, 46), hasta ese "fuerte grito" cuando expira
entregando el espíritu (cf. Mc 15, 37; Jn 19, 30).
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