viernes, 22 de noviembre de 2013
29. ¿Por qué afirmamos que no hay contradicción entre la fe y la ciencia?
(Compendio 29) Aunque la fe supera a la razón, no puede
nunca haber contradicción entre la fe y la ciencia, ya que ambas tienen su
origen en Dios. Es Dios mismo quien da al hombre tanto la luz de la razón como
la fe. «Cree para comprender y comprende para creer» (San Agustín)
Resumen
(C.I.C 341) La belleza
del universo: el orden y la armonía del mundo creado derivan de la
diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. El hombre
las descubre progresivamente como leyes de la naturaleza que causan la
admiración de los sabios. La belleza de la creación refleja la infinita belleza
del Creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del
hombre y de su voluntad.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 159) Fe y ciencia. "A pesar de que la fe esté por encima de la
razón, jamás puede haber contradicción entre ellas. Puesto que el mismo Dios
que revela los misterios e infunde la fe otorga al espíritu humano la luz de la
razón, Dios no puede negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo
verdadero" (Concilio Vaticano I: DS 3017). "Por eso, la investigación
metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente
científico y según las normas morales, nuca estará realmente en oposición con
la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen
en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante se
esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como
guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo
que son" (Gaudium et spes, 36,2). (C.I.C 283) La
cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas
investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente nuestros
conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir de las
formas vivientes, la aparición del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a
admirar más la grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus obras y por
la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e investigadores. Con
Salomón, estos pueden decir: "Fue él quien me concedió el conocimiento
verdadero de cuanto existe, quien me dio a conocer la estructura del mundo y
las propiedades de los elementos [...] porque la que todo lo hizo, la
Sabiduría, me lo enseñó" (Sb 7,17-21). (C.I.C 284) El gran interés que despiertan a estas investigaciones
está fuertemente estimulado por una cuestión de otro orden, y que supera el
dominio propio de las ciencias naturales. No se trata sólo de saber cuándo y
cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuando apareció el hombre, sino más
bien de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el
azar, un destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser transcendente,
inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de
la bondad de Dios, ¿por qué existe el mal? ¿de dónde viene? ¿quién es
responsable de él? ¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal?
Para la reflexión
(C.I.C 2293) Tanto la investigación científica de base como
la investigación aplicada constituyen una expresión significativa del dominio
del hombre sobre la creación. La ciencia y la técnica son recursos preciosos
cuando son puestos al servicio del hombre y promueven su desarrollo integral en
beneficio de todos; sin embargo, por sí solas no pueden indicar el sentido de
la existencia y del progreso humano. La ciencia y la técnica están ordenadas al
hombre que les ha dado origen y crecimiento; tienen por tanto en la persona y
en sus valores morales el sentido de su finalidad y la conciencia de sus
límites. (C.I.C 2294) Es ilusorio reivindicar la neutralidad moral de la
investigación científica y de sus aplicaciones. Por otra parte, los criterios
de orientación no pueden ser deducidos ni de la simple eficacia técnica, ni de
la utilidad que puede resultar de ella para unos con detrimento de otros, y,
menos aún, de las ideologías dominantes. La ciencia y la técnica requieren por
su significación intrínseca el respeto incondicionado de los criterios
fundamentales de la moralidad; deben estar al servicio de la persona humana, de
sus derechos inalienables, de su bien verdadero e integral, conforme al
designio y la voluntad de Dios.
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