jueves, 21 de noviembre de 2013
28. ¿Cuáles son las características de la fe? (tercera parte - continuación)
(Compendio 28 - repetición) La fe, don gratuito de Dios,
accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud sobrenatural necesaria
para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la
inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por
Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se
fundamenta sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6);
y está en continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la
Palabra de Dios y a la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del
cielo.
Resumen
(C.I.C 184) "La fe es un
gusto anticipado del conocimiento que nos hará bienaventurados en la vida
futura" (Santo Tomás de Aquino, Compendium
theologiae, 1, 2)
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 161) Creer en Cristo Jesús
y en aquél que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación
(cf. Mc 16,16; Jn 3,36; 6,40 y en otros lugares). "Puesto que `sin la
fe... es imposible agradar a Dios' (Hb 11,6) y llegar a participar en la
condición de sus hijos, nadie es justificado sin ella y nadie, a no ser que
`haya perseverado en ella hasta el fin' (Mt 10,22; 24,13), obtendrá la vida
eterna" (Dei Filius: DS 3012;
cf. Concilio de Trento: DS 1532). (C.I.C 162)
La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos
perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: "Combate el buen combate,
conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado,
naufragaron en la fe" (1Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta
el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al
Señor que nos la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe "actuar por
la caridad" (Ga 5,6; cf. St 2,14-26), ser sostenida por la esperanza (cf.
Rom 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.
Para la reflexión
(C.I.C 163) La fe nos hace gustar
de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar
aquí abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1Cor 13, 12),
"tal cual es" (1Jn 3,2). La fe es pues ya el comienzo de la vida
eterna: “Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el
reflejo en un espejo, es como si poseyésemos ya las cosas maravillosas de las que
nuestra fe nos asegura que gozaremos un día” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 15, 36: PG 32,
132; cf. Santo Tomás de Aquino, Summa
theologiae, 2-2, 4, 1). (C.I.C
164) Ahora, sin embargo, "caminamos en la fe y
no […] en la visión" (2Cor 5,7), y conocemos a Dios "como en un
espejo, de una manera confusa [...], imperfecta" (1Cor 13,12). Luminosa
por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe
puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy
lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento,
de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden
estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación. (C.I.C 165) Entonces es cuando debemos volvernos hacia los
testigos de la fe: Abraham, que creyó, "esperando contra toda
esperanza" (Rom 4,18); la Virgen María que, en "la peregrinación de
la fe" (Lumen gentium, 58),
llegó hasta la "noche de la fe" (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 17) participando en el sufrimiento de su Hijo y
en la noche de su sepulcro (Redemptoris
Mater, 18); y tantos otros testigos de la fe: "También nosotros,
teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el
pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone,
fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe" (Hb 12,1-2). [Fin]
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario