martes, 19 de noviembre de 2013
28. ¿Cuáles son las características de la fe? (primera parte)
(Compendio 28) La fe, don gratuito de Dios, accesible a
cuantos la piden humildemente, es la virtud sobrenatural necesaria para salvarse.
El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del
hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente
libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta
sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6); y está en
continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de
Dios y a la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo.
Resumen
(C.I.C 179) La fe es un don
sobrenatural de Dios. Para creer, el hombre necesita los auxilios interiores
del Espíritu Santo. (C.I.C 180)
"Creer" es un acto humano, consciente y libre, que corresponde a la
dignidad de la persona humana.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 153) Cuando san Pedro
confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que
esta revelación no le ha venido "de la carne y de la sangre, sino de mi
Padre que está en los cielos" (Mt 16,17; cf. Ga 1,15; Mt 11,25). La fe es
un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por El, "Para dar esta
respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda,
junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo
dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y
creer la verdad'” (Dei verbum, 5). (C.I.C
154) Sólo es posible creer por la gracia y los
auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un
acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la
inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las
verdades por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a
nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas
mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por
ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión
mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad "presentar
por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al
Dios que revela" (Concilio Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión
íntima con Él.
Para la reflexión
(C.I.C 155) En la fe, la
inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: "Creer
es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la
voluntad movida por Dios mediante la gracia" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 2-2, 2, 9; cf. Concilio
Vaticano I: DS 3010). (C.I.C 156) El motivo de creer no radica en el hecho de
que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de
nuestra razón natural. Creemos "a causa de la autoridad de Dios mismo que
revela y que no puede engañarse ni engañarnos" (Concilio Vaticano I: DS
3008). "Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a
la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan
acompañados de las pruebas exteriores de su revelación" (Concilio Vaticano
I: DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4),
las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su
estabilidad "son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la
inteligencia de todos" (Concilio Vaticano I: DS 3009), motivos de
credibilidad que muestran que “el asentimiento de la fe no es en modo alguno un
movimiento ciego del espíritu” (Concilio Vaticano I: DS 3010). (Continua)
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