miércoles, 21 de abril de 2010

Ef 4, 31-32 Sean mutuamente buenos y compasivos

(Ef 4, 31-32) Sean mutuamente buenos y compasivos

[31] Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. [32] Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.

(C.I.C 2475) Los discípulos de Cristo se han ‘revestido del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad’ (Ef 4, 24). ‘Desechando la mentira’ (Ef 4, 25), deben ‘rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias’ (1Pe 2, 1). (C.I.C 1267) El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo. "Por tanto [...] somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo" (1Co 12,13). (C.I.C 1268) Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo" (1P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (1P 2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles. (C.I.C 1270) Los bautizados "renacidos [por el bautismo] como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia" (Lumen gentium, 11) y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios (cf. Lumen gentium, 17; Ad gentes, 7, 23).

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