viernes, 16 de abril de 2010

Ef 4, 26-27 No se dejen arrastrar al pecado

(Ef 4, 26-27) No se dejen arrastrar al pecado

[26] Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado ni permitan que la noche los sorprenda enojados, [27] dando así ocasión al demonio.

(C.I.C 2302) Recordando el precepto: ‘No matarás’ (Mt 5, 21), nuestro Señor pide la paz del corazón y denuncia la inmoralidad de la cólera homicida y del odio: La ira es un deseo de venganza. ‘Desear la venganza para el mal de aquel a quien es preciso castigar, es ilícito’; pero es loable imponer una reparación ‘para la corrección de los vicios y el mantenimiento de la justicia’ (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, 158, 1 ad 3). Si la ira llega hasta el deseo deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente, constituye una falta grave contra la caridad; es pecado mortal. El Señor dice: ‘Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal’ (Mt 5, 22). (C.I.C 2303) El odio voluntario es contrario a la caridad. El odio al prójimo es pecado cuando se le desea deliberadamente un mal. El odio al prójimo es un pecado grave cuando se le desea deliberadamente un daño grave. ‘Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial...’ (Mt 5, 44-45).

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