sábado, 25 de abril de 2009

Hch 18, 12-17 Condujeron Pablo ante el tribunal

(Hch 18, 12-17) Condujeron Pablo ante el tribunal
[12] Durante el gobierno del procónsul Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo condujeron ante el tribunal, [13] diciendo: «Este hombre induce a la gente a que adore a Dios de una manera contraria a la Ley». [14] Pablo estaba por hablar, cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o de algún delito grave, sería razonable que los atendiera. [15] Pero tratándose de discusiones sobre palabras y nombres, y sobre la Ley judía, el asunto les concierne a ustedes; yo no quiero ser juez en estas cosas». [16] Y los hizo salir del tribunal. [17] Entonces todos se apoderaron de Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golperon ante el tribunal. Pero a Galión todo esto lo tuvo sin cuidado.
(C.I.C 2244) Toda institución se inspira, al menos implícitamente, en una visión del hombre y de su destino, de la que saca sus referencias de juicio, su jerarquía de valores, su línea de conducta. La mayoría de las sociedades han configurado sus instituciones conforme a una cierta preeminencia del hombre sobre las cosas. Sólo la religión divinamente revelada ha reconocido claramente en Dios, Creador y Redentor, el origen y el destino del hombre. La Iglesia invita a las autoridades civiles a juzgar y decidir a la luz de la Verdad sobre Dios y sobre el hombre: Las sociedades que ignoran esta inspiración o la rechazan en nombre de su independencia respecto a Dios se ven obligadas a buscar en sí mismas o a tomar de una ideología sus referencias y finalidades; y, al no admitir un criterio objetivo del bien y del mal, ejercen sobre el hombre y sobre su destino, un poder totalitario, declarado o velado, como lo muestra la historia (Cf. Centesimus annus, 45-46). (C.I.C 2245) “La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia, no se confunde en modo alguno con la comunidad política […] es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana” (Gaudium et spes, 76). La Iglesia ‘respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad política de los ciudadanos’ (Gaudium et spes, 76).

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