viernes, 10 de abril de 2009
Hch 15, 25-29 El Espíritu Santo y nosotros mismos
(Hch 15, 25-29) El Espíritu Santo y nosotros mismos
[25] hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, [26] los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. [27] Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. [28] El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber: [29] que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós».
(C.I.C 1980) La Ley antigua es la primera etapa de la Ley revelada. Sus prescripciones morales se resumen en los diez mandamientos. (C.I.C 1981) La Ley de Moisés contiene muchas verdades naturalmente accesibles a la razón. Dios las ha revelado porque los hombres no las leían en su corazón. (C.I.C 1982) La Ley antigua es una preparación al Evangelio. (C.I.C 1983) La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo recibida mediante la fe en Cristo, que opera por la caridad. Se expresa especialmente en el Sermón del Señor en la montaña y se sirve de los sacramentos para comunicarnos la gracia. (C.I.C 1984) La Ley evangélica cumple, supera y lleva a su perfección la Ley antigua: sus promesas mediante las bienaventuranzas del Reino de los cielos, sus mandamientos, reformando el corazón que es la raíz de los actos. (C.I.C 1985) La Ley nueva es ley de amor, ley de gracia, ley de libertad.
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