sábado, 17 de junio de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 149.
(Respuesta YouCat) No. Sólo se debe adorar
a Dios. Pero podemos venerar a María como Madre de nuestro Señor.
Reflecciones
y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C
971) "Todas las generaciones me
llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de la Iglesia
hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano"
(Pablo VI, Marialis cultus, 56). La
Santísima Virgen "es honrada con razón por la Iglesia con un culto
especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la
Santísima Virgen con el título de ‘Madre de Dios’, bajo cuya protección se
acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades [...] Este
culto [...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de
adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu
Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (Lumen gentium, 66); encuentra su expresión en las fiestas
litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. Sacrosanctum Concilium, 103) y en la oración mariana, como el Santo
Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (Marialis cultus, 42).
Para
meditar
(Comentario
YouCat) Entendemos por adoración el
reconocimiento humilde e incondicional de la absoluta sublimidad de Dios por
encima de todas las criaturas. María es una criatura como nosotros. En la fe es
nuestra Madre. Y debemos honrar a los padres. Y esto se ajusta a la Biblia,
porque María misma dice: «Me felicitarán todas las generaciones» (Le 1,48b).
Por eso la Iglesia tiene santuarios marianos de peregrinación, fiestas, canciones
y oradones marianas, como por ejemplo el Rosario, que es un resumen de los
evangelios.
(Comentario
CIC) (C.I.C 2679) María es la orante perfecta, figura
de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre,
que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado,
acogemos en nuestra intimidad (cf. Jn 19, 27) a la madre de Jesús, hecha madre
de todos los vivientes. Podemos orar con ella y orarle a ella. La oración de la
Iglesia está como apoyada en la oración de María. Y con ella está unida en la
esperanza (cf. Lumen gentium, 68-69).
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