jueves, 15 de junio de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 148.
(Respuesta YouCat) Sí. Que María ayuda es
una experiencia desde el comienzo de la Iglesia. Millones de cristianos lo
testifican.
Reflecciones
y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C
967) Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su
Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el
modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro muy eminente y del
todo singular de la Iglesia" (Lumen
gentium, 53), incluso constituye "la figura" [typus] de la Iglesia (Lumen gentium, 63).
Para
meditar
(Comentario
YouCat) Como Madre de Jesús, María es también
nuestra Madre. Las buenas madres interceden siempre por sus hijos. Y esta Madre
con más motivo. Ya sobre la tierra abogó ante Jesús por otros: por ejemplo
cuando libró de una situación embarazosa a una pareja de novios en Cana. En la
sala de Pentecostés oró en medio de los discípulos. Puesto que su amor por
nosotros no cesa nunca, podemos estar seguros de que intercede por nosotros en
los dos momentos más importantes de nuestra vida: «ahora y en la hora de
nuestra muerte».
(Comentario
CIC) (C.I.C 970) "La misión maternal de María
para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única
mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el
influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres [...] brota de la
sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende
totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (Lumen gentium, 60). "Ninguna creatura puede ser puesta nunca
en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el
sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el
pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las
criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no
excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que
participa de la única fuente" (Lumen
gentium, 62).
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