domingo, 4 de junio de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 145.
(Respuesta YouCat – repeticion) Dios es
amor. Él desea también nuestro amor. Una forma de entrega amorosa a Dios es
vivir como Jesús, pobre, casto y obediente. Quien vive así tiene la cabeza, el
corazón y las manos libres para Dios y para los hombres.
Reflecciones
y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 931) Aquel que
por el bautismo fue consagrado a Dios, entregándose a él como al sumamente
amado, se consagra, de esta manera, aún más íntimamente al servicio divino y se
entrega al bien de la Iglesia. Mediante el estado de consagración a Dios, la
Iglesia manifiesta a Cristo y muestra cómo el Espíritu Santo obra en ella de
modo admirable. Por tanto, los que profesan los consejos evangélicos tienen
como primera misión vivir su consagración. Pero "ya que por su misma
consagración se dedican al servicio de la Iglesia están obligados a contribuir
de modo especial a la tarea misionera, según el modo propio de su
instituto" (CIC canon 783; Redemptoris
missio, 69).
Para
meditar
(Comentario
YouCat) No faltan nunca personas que se dejan
conquistar totalmente por Jesús, de modo que, «por el reino de los cielos» (Mt
19,12), lo dejan todo por Dios, incluso dones tan hermosos como la propiedad
privada, la autodeterminación y el amor conyugal. Esta vida según los consejos
evangélicos en pobreza,castidad y obediencia muestra a todos los cristianos que
el mundo no lo es todo. Sólo el encuentro «cara a cara» con el Esposo divino
hará feliz al hombre de modo definitivo.
(Comentario CIC) (C.I.C 932) En la Iglesia que es como el sacramento, es
decir, el signo y el instrumento de la vida de Dios, la vida consagrada aparece
como un signo particular del misterio de la Redención. Seguir e imitar a Cristo
"desde más cerca", manifestar "más claramente" su
anonadamiento, es encontrarse "más profundamente" presente, en el corazón
de Cristo, con sus contemporáneos. Porque los que siguen este camino "más
estrecho" estimulan con su ejemplo a sus hermanos; les dan este testimonio
admirable de "que sin el espíritu de las bienaventuranzas no se puede
transformar este mundo y ofrecerlo a Dios" (Lumen gentium, 31).
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