viernes, 8 de marzo de 2013
Sal 113, 1-2 Bendito sea el nombre del Señor
1 ¡Aleluya! Alaben, servidores del Señor, alaben el
nombre del Señor. 2 Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para
siempre.
(C.I.C 2639) La alabanza es la forma de orar que
reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace sino por
lo que Él ES. Participa en la bienaventuranza
de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria.
Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que
somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos
adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras
formas de oración y las lleva hacia Aquél que es su fuente y su término:
"un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual
somos nosotros" (1Co 8, 6). (C.I.C 2626) La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana:
es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del
hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del
hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede
bendecir a su vez a Aquél que es la fuente de toda bendición.
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