miércoles, 6 de marzo de 2013
Sal 110, 4 El Señor lo ha jurado y no se retractará
4 El Señor lo ha jurado y no se retractará: «Tú eres
sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec».
(C.I.C 1539) El pueblo elegido fue
constituido por Dios como "un reino de sacerdotes y una nación
consagrada" (Ex 19,6; cf. Is 61,6). Pero dentro del pueblo de Israel, Dios
escogió una de las doce tribus, la de Leví, para el servicio litúrgico (cf. Nm
1, 48-53); Dios mismo es la parte de su herencia (cf. Jos 13,33). Un rito
propio consagró los orígenes del sacerdocio de la Antigua Alianza (cf. Ex
29,1-30; Lv 8). En ella los sacerdotes fueron establecidos "para
intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer
dones y sacrificios por los pecados" (Hb 5,1). (C.I.C 1540) Instituido para anunciar la palabra de Dios (cf. Ml
2,7-9) y para restablecer la comunión con Dios mediante los sacrificios y la
oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, sin embargo, era incapaz de
realizar la salvación, por lo cual tenía necesidad de repetir sin cesar los
sacrificios, y no podía alcanzar una santificación definitiva (cf. Hb 5,3;
7,27; 10,1-4), que sólo podría ser lograda por el sacrificio de Cristo.
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