domingo, 4 de octubre de 2009

1Co 9, 24-27 Castigo mi cuerpo y lo tengo sometido

(1Co 9, 24-27) Castigo mi cuerpo y lo tengo sometido

[24] ¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen. [25] Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible. [26] Así, yo corro, pero no sin saber adónde; peleo, no como el que da golpes en el aire. [27] Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado.

(C.I.C 1809) La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar ‘para seguir la pasión de su corazón’ (Si 5,2; cf. 37, 27-31). La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: ‘No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena’ (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento es llamada ‘moderación’ o ‘sobriedad’. Debemos ‘vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente’ (Tt 2, 12). “Nada hay para el sumo bien como amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, […] lo cual preserva de la corrupción y de la impureza del amor, que es lo proprio de la templanza; lo que hace invencible a todas la incomodidades, que es lo proprio de la fortaleza; lo que le hace renunciar a todo otro vasallaje, que es lo proprio de la justicia, y, finalmente, lo que le hace estar siempre en guardia para discernir las cosa y no dejarse engañar suvbrepticiamente por la mentira y la falacia, lo que es proprio de la prudencia” (San Agustín, De moribus Ecclesiae Catholicae, 1, 25, 46: PL 32, 1330-1331). (C.I.C 2290) La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de excesos, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por afición inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente culpables. (C.I.C 2291) El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La producción clandestina y el tráfico de drogas son prácticas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a prácticas gravemente contrarias a la ley moral. (C.I.C 1839) Las virtudes morales crecen mediante la educación, mediante actos deliberados y con el esfuerzo perseverante. La gracia divina las purifica y las eleva.

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