lunes, 19 de octubre de 2009

1Co 11, 30-34 Entre ustedes hay muchos enfermos

(1Co 11, 30-34) Entre ustedes hay muchos enfermos

[30] Por eso, entre ustedes hay muchos enfermos y débiles, y son muchos los que han muerto. [31] Si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos condenados. [32] Pero el Señor nos juzga y nos corrige para que no seamos condenados con el mundo. [33] Así, hermanos, cuando se reúnan para participar de la Cena, espérense unos a otros. [34] Y si alguien tiene hambre, que coma en su casa, para que sus asambleas no sean motivo de condenación. Lo demás lo arreglaré cuando vaya.

(C.I.C 1486) El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación. (C.I.C 1489) Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás. (C.I.C 1493) El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerda tras examinar cuidadosamente su conciencia. Sin ser necesaria, de suyo, la confesión de las faltas veniales está recomendada vivamente por la Iglesia. (C.I.C 1496) Los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia son: — la reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia; — la reconciliación con la Iglesia; — la remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales; — la remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado; — la paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual; — el acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.

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