domingo, 30 de agosto de 2009

1Co 5, 1-2 ¡Uno convive con la mujer de su padre!

1Corintios 5

(1Co 5, 1-2) ¡Uno convive con la mujer de su padre!

[1] Es cosa pública que se cometen entre ustedes actos deshonestos, como no se encuentran ni siquiera entre los paganos, ¡a tal extremo que uno convive con la mujer de su padre! [2] ¡Y todavía se enorgullecen, en lugar de estar de duelo para que se expulse al que cometió esa acción!

(C.I.C 2332) La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro. (C.I.C 2333) Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos. (C.I.C 2388) Incesto es la relación carnal entre parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio (cf. Lv 18, 7-20). San Pablo condena esta falta particularmente grave: ‘Se oye hablar de que hay inmoralidad entre vosotros [...] hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre. [...] En nombre del Señor Jesús [...] sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne [...]’ (1Co 5, 1.4-5). El incesto corrompe las relaciones familiares y representa una regresión a la animalidad. (C.I.C 2389) Se puede equiparar al incesto los abusos sexuales perpetrados por adultos en niños o adolescentes confiados a su guarda. Entonces esta falta adquiere una mayor gravedad por atentar escandalosamente contra la integridad física y moral de los jóvenes que quedarán así marcados para toda la vida, y por ser una violación de la responsabilidad educativa.

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