jueves, 6 de agosto de 2009

1Co 1, 30-31 El que se gloría, que se gloríe en el Señor

(1Co 1, 30-31) El que se gloría, que se gloríe en el Señor
[30] Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, [31] a fin de que, como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
(C.I.C 2813) En el agua del bautismo, hemos sido "lavados […] santificados […] justificados en el Nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1Co 6, 11). A lo largo de nuestra vida, nuestro Padre "nos llama a la santidad" (1Ts 4, 7) y como nos viene de Él que "estemos en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros […] santificación" (1Co 1, 30), es cuestión de su Gloria y de nuestra vida el que su Nombre sea santificado en nosotros y por nosotros. Tal es la exigencia de nuestra primera petición. “¿Quién podría santificar a Dios puesto que Él santifica? Inspirándonos nosotros en estas palabras 'Sed santos porque yo soy santo' (Lv 20, 26), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser. Y lo pedimos todos los días porque faltamos diariamente y debemos purificar nuestros pecados por una santificación incesante. [...] Recurrimos, por tanto, a la oración para que esta santidad permanezca en nosotros” (San Cipriano de Cartago, De dominica oratione, 12: PL 4, 544).

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