lunes, 19 de enero de 2009

Jn 18, 1-11 Beberé el cáliz que me ha dado el Padre

Juan 18
(Jn 18, 1-11) Beberé el cáliz que me ha dado el Padre
[1] Después de haber dicho esto, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. [2] Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. [3] Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. [4] Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: «¿A quién buscan?». [5] Le respondieron: «A Jesús, el Nazareno». Él les dijo: «Soy yo». Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. [6] Cuando Jesús les dijo: «Soy yo», ellos retrocedieron y cayeron en tierra. [7] Les preguntó nuevamente: «¿A quién buscan?». Le dijeron: «A Jesús, el Nazareno». [8] Jesús repitió: «Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan». [9] Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me confiaste». [10] Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. [11] Jesús dijo a Simón Pedro: «Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?».
(C.I.C 609) Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres (cf. Hb 2, 10. 17-18; 4, 15; 5, 7-9). En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me quita [la vida]; yo la doy voluntariamente" (Jn 10, 18). De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4-6; Mt 26, 53). (C.I.C 607) Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús (cf. Lc 12,50; 22, 15; Mt 16, 21-23) porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!" (Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (Jn 18, 11). Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (Jn 19, 30), dice: "Tengo sed" (Jn 19, 28).

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