sábado, 3 de enero de 2009
Jn 13, 12-20 Hagan lo mismo que yo hice con ustedes
(Jn 13, 12-20) Hagan lo mismo que yo hice con ustedes
[12] Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? [13] Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. [14] Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. [15] Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes. [16] Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. [17] Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican. [18] No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí. [19] Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. [20] Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió».
(C.I.C 1823) Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (Cf. Jn 13, 34). Amando a los suyos ‘hasta el fin’ (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: ‘Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor’ (Jn 15, 9). Y también: ‘Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado’ (Jn 15, 12). (C.I.C 1824) “Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: ‘Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor’ (Jn 15, 9-10; Cf. Mt 22, 40; Rm 13, 8-10). (C.I.C 520) Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (cf. Rm 15,5; Flp 2, 5): El es el "hombre perfecto" (Gaudium et spes, 38) que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar (cf. Jn 13, 15); con su oración atrae a la oración (cf. Lc 11, 1); con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones (cf. Mt 5, 11-12). (C.I.C 1694) Incorporados a Cristo por el bautismo (Cf. Rm 6,5), los cristianos están ‘muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús’ (Rm 6,11), participando así en la vida del Resucitado (Cf. Col 2,12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (Cf. Jn 15,5), los cristianos pueden ser ‘imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor’ (Ef 5,1-2), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con los sentimientos que tuvo Cristo (Flp 2,5.) y siguiendo sus ejemplos (Cf. Jn 13,12-16).
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