sábado, 17 de enero de 2009

Jn 17, 6-8 Ellos han creído que tú me enviaste

(Jn 17, 6-8) Ellos han creído que tú me enviaste
[6] Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. [7] Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, [8] porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
(C.I.C 2747) La tradición cristiana acertadamente la denomina la oración "sacerdotal" de Jesús. Es la oración de nuestro Sumo Sacerdote, inseparable de su sacrificio, de su "paso" [pascua] hacia el Padre donde él es "consagrado" enteramente al Padre (cf. Jn 17, 11. 13. 19). (C.I.C 2748) En esta oración pascual, sacrificial, todo está "recapitulado" en Él (cf. Ef 1, 10): Dios y el mundo, el Verbo y la carne, la vida eterna y el tiempo, el amor que se entrega y el pecado que lo traiciona, los discípulos presentes y los que creerán en Él por su palabra, su humillación y su Gloria. Es la oración de la unidad. (C.I.C 2750) Si en el Santo Nombre de Jesús, nos ponemos a orar, podemos recibir en toda su hondura la oración que él nos enseña: "¡Padre Nuestro!". La oración sacerdotal de Jesús inspira, desde dentro, las grandes peticiones del Padre Nuestro: la preocupación por el Nombre del Padre (cf. Jn 17, 6. 11. 12. 26), el deseo de su Reino (la Gloria); (cf. Jn 17, 1. 5. 10. 24. 23-26), el cumplimiento de la voluntad del Padre, de su designio de salvación (cf. Jn 17, 2. 4 .6. 9. 11. 12. 24) y la liberación del mal (cf. Jn 17, 15).

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