domingo, 18 de enero de 2009

Jn 17, 18-23 Padre, que todos sean uno como nosotros

(Jn 17, 18-23) Padre, que todos sean uno como nosotros
[18] Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. [19] Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad. [20] No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. [21] Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. [22] Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno [23] –yo en ellos y tú en mí– para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que los has amado a ellos como me amaste a mí.
(C.I.C 820) Aquella unidad "que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia [...] creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca hasta la consumación de los tiempos" (Unitatis redintegratio, 4). Cristo da permanentemente a su Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar siempre para mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella. Por eso Cristo mismo rogó en la hora de su Pasión, y no cesa de rogar al Padre por la unidad de sus discípulos: "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo (cf. Unitatis redintegratio, 1). (C.I.C 822) "La preocupación por el restablecimiento de la unión atañe a la Iglesia entera, tanto a los fieles como a los pastores" (cf. Unitatis redintegratio, 5). Pero hay que ser "conocedor de que este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana". Por eso hay que poner toda la esperanza "en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo" (Unitatis redintegratio, 24).

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