viernes, 12 de mayo de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 140.
(Respuesta YouCat) El principio de la
democracia es: todo poder emana del pueblo. Pero en la Iglesia todo poder emana
de Cristo. Por eso la Iglesia tiene una constitución jerárquica. Al mismo
tiempo Cristo le otorgó, sin embargo, una estructura colegial.
Reflecciones
y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C
874) El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado autoridad y misión,
orientación y finalidad: “Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y
hacerle progresar siempre, instituyó en su Iglesia diversos ministerios que
están ordenados al bien de todo el Cuerpo. En efecto, los ministros que posean
la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos para que todos los que
son miembros del Pueblo de Dios [...] lleguen a la salvación” (Lumen gentium, 18).
Para
meditar
(Comentario
YouCat) El elemento jerárquico en la Iglesia
consiste en que es el mismo Cristo quien actúa en ella cuando los ministros
sagrados por gracia de Dios hacen y dan lo que no podrían hacer ni dar por sí
mismos, es dedr, cuando dispensan, en lugar de Cristo, los Sacramentos y
enseñan con su autoridad. El elemento colegial en la Iglesia consiste en que
Cristo ha confiado la totalidad de La fe a una comunidad de doce Apóstoles,
cuyos sucesores, bajo el primado de Pedro, dirigen la Iglesia. Partiendo de
este enfoque colegial los condlios son un elemento irrenundable de la Iglesia.
Pero también en otros órganos colegiados de la Iglesia, en sínodos y consejos,
pueden fructificar la multitud de Los dones del Espíritu y la universalidad de
la Iglesia de todo el mundo.
(Comentario CIC) (C.I.C 876) El carácter de servicio del ministerio
eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza sacramental. En efecto,
enteramente dependiente de Cristo que da misión y autoridad, los ministros son
verdaderamente "siervos de Cristo" (cf. Rm 1, 1), a imagen de Cristo
que, libremente ha tomado por nosotros "la forma de siervo" (Flp 2,
7). Como la palabra y la gracia de la cual son ministros no son de ellos, sino
de Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán libremente
siervos de todos (cf. 1Co 9, 19).
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