(Hb 9, 8-10) Son ritos de hombres
[8] De este modo el Espíritu nos enseña que mientras esté en pie el primer recinto, el camino que lleva al Santuario no está abierto. [9] Todo eso es un símbolo para el tiempo presente: las ofrendas y sacrificios que se presentan a Dios no pueden llevar a la perfección interior a quienes los ofrecen. [10] Estos alimentos, bebidas y diferentes clases de purificación por el agua son ritos de hombres, y solamente valen hasta el tiempo de la reforma.
(C.I.C 1137) El Apocalipsis de San Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4,2): "el Señor Dios" (Is 6,1; cf. Ez 1,26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5,6; cf. Jn 1,29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf. Hb 4,14-15; 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado" (Liturgia Bizantina Anaphora Iohannis Chrysóstomi: PG 63, 913). Y por último, revela "el río de agua de vida […] que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo (cf. Jn 4,10-14; Ap 21,6). (C.I.C 1139) En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos. (C.I.C 1140) Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza quien celebra. "Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es `sacramento de unidad', esto es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos. Por tanto, pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera diferente, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (Sacrosanctum Concilium, 26). Por eso también, "siempre que los ritos, según la naturaleza propia de cada uno, admitan una celebración común, con asistencia y participación activa de los fieles, hay que inculcar que ésta debe ser preferida, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada" (Sacrosanctum Concilium, 27). (C.I.C 1141) La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados que, "por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan a través de todas las obras propias del cristiano, sacrificios espirituales" (Lumen gentium, 10). Este "sacerdocio común" es el de Cristo, único Sacerdote, participado por todos sus miembros (cf. Lumen gentium, 10; 34; Presbiterorum Ordinis, 2): “La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano ‘linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido’" (1P 2,9; 2,4-5; Sacrosanctum Concilium, 14).