lunes, 2 de febrero de 2009

Jn 19, 40-41 Tomaron el cuerpo de Jesús

(Jn 19, 40-41) Tomaron el cuerpo de Jesús
[40] Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. [41] En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado.
(C.I.C 626) Ya que el "Príncipe de la vida que fue llevado a la muerte" (Hch 3,15) es al mismo tiempo "el Viviente que ha resucitado" (Lc 24, 5-6), era necesario que la persona divina del Hijo de Dios haya continuado asumiendo su alma y su cuerpo separados entre sí por la muerte: “Aunque Cristo en cuanto hombre se sometió a la muerte, y su alma santa fue separada de su cuerpo inmaculado, sin embargo su divinidad no fue separada ni da una ni de otro, esto es, ni del alma ni del cuerpo: y, por tanto, la persona única no se encontró dividida en dos personas. Porque el cuerpo y el alma de Cristo existieron por la misma razón desde el principio en la persona del Verbo; y en la muerte, aunque separados el uno de la otra, permanecieron cada cual con la misma y única persona del Verbo (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 71 [De fide orthodoxa, 3, 27]: PG 94, 1098). (C.I.C 627) La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su existencia humana terrena. Pero a causa de la unión que la Persona del Hijo conservó con su cuerpo, éste no fue un despojo mortal como los demás porque "no era posible que la muerte lo dominase" (Hch 2, 24) y por eso “la virtud divina preservó de la corrupción al cuerpo de Cristo” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae 2, 51, 3). De Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la tierra de los vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en la mansión de lo muertos ni permitirás que tu santo experimente la corrupción" (Hch 2, 26-27; cf. Sal 16, 9-10). La Resurrección de Jesús "al tercer día" (1Co 15, 4; Lc 24, 46; cf. Mt 12, 40; Jon 2, 1; Os 6, 2) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día (cf. Jn 11, 39).

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