viernes, 20 de febrero de 2009

Hch 3, 1-5 Un paralítico de nacimiento

Hechos 3
(Hch 3, 1-5) Un paralítico de nacimiento
[1] En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la tarde. [2] Allí encontraron a un paralítico de nacimiento, que ponían diariamente junto a la puerta del Templo llamada «la Hermosa», para pedir limosna a los que entraban. [3] Cuando él vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna. [4] Entonces Pedro, fijando la mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: «Míranos». [5] El hombre los miró fijamente esperando que le dieran algo.
(C.I.C 584) Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21, 13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (Sal 69, 10)" (Jn 2, 16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Hch 2, 46; 3, 1; 5, 20. 21; etc.). (C.I.C 2640) San Lucas menciona con frecuencia en su Evangelio la admiración y la alabanza ante las maravillas de Cristo, y las subraya también respecto a las acciones del Espíritu Santo que son los Hechos de los Apóstoles: la comunidad de Jerusalén (cf. Hch 2, 47), el tullido curado por Pedro y Juan (cf. Hch 3, 9), la muchedumbre que glorificaba a Dios por ello (cf. Hch 4, 21), y los gentiles de Pisidia que "se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor" (Hch 13, 48).

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