miércoles, 25 de febrero de 2009
Hch 4, 32-35 Todo era común entre ellos
(Hch 4, 32-35) Todo era común entre ellos
[32] La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. [33] Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima. [34] Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían [35] y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.
(C.I.C 952) “Todo lo tenían en común” (Hch 4, 32): "Todo lo que posee el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás, por lo cual debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo" (Catecismo Romano, 1, 10, 27). El cristiano es un administrador de los bienes del Señor (cf. Lc 16, 1-3). (C.I.C 953) La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, “ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo” (Rm 14, 7). "Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1Co 12, 26-27). "La caridad no busca su interés" (1Co 13, 5; 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.
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