domingo, 22 de febrero de 2009

Hch 3, 14-18 Ustedes mataron al autor de la vida

(Hch 3, 14-18) Ustedes mataron al autor de la vida
[14] Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, [15] mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. [16] Por haber creído en su Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es la que lo ha curado completamente, como ustedes pueden comprobar. [17] Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. [18] Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer.
(C.I.C 601) Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Cf. Is 53, 11; Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). San Pablo profesa en una confesión de fe que asegura haber "recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (1Co 15, 3: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8; Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).

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