lunes, 7 de julio de 2008

Lc 6, 27-35 Hagan el bien a los que los odian

(Lc 6, 27-35) Hagan el bien a los que los odian
[27] Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. [28] Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. [29] Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. [30] Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. [31] Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. [32] Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. [33] Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. [34] Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. [35] Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
(C.I.C 1965) La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina, natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por él viene a ser la ley interior de la caridad: ‘Concertaré con la casa de Israel una alianza nueva [...] pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo’ (Hb 8, 8-10; cf. Jr 31, 31-34). (C.I.C 1967) La Ley evangélica ‘da cumplimiento’ (cf. Mt 5, 17-19), purifica, supera, y lleva a su perfección la Ley antigua. En las ‘Bienaventuranzas’ da cumplimiento a las promesas divinas elevándolas y ordenándolas al ‘Reino de los cielos’. Se dirige a los que están dispuestos a acoger con fe esta esperanza nueva: los pobres, los humildes, los afligidos, los limpios de corazón, los perseguidos a causa de Cristo, trazando así los caminos sorprendentes del Reino. (C.I.C 1970 La Ley evangélica entraña la elección decisiva entre ‘los dos caminos’ (cf. Mt 7, 13-14) y la práctica de las palabras del Señor (cf. Mt 7, 21-27); está resumida en la regla de oro: ‘Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros; porque ésta es la Ley y los profetas’ (Mt 7, 12; cf. Lc 6, 31). Toda la Ley evangélica está contenida en el ‘mandamiento nuevo’ de Jesús (Jn 13, 34): amarnos los unos a los otros como El nos ha amado (cf. Jn 15, 12).

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