lunes, 7 de julio de 2008

Lc 6, 20-23 ¡Felices ustedes, los pobres!

(Lc 6, 20-23) ¡Felices ustedes, los pobres!
[20] Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! [21] ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! [22] ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban su nombre, considerándolo infame, a causa del Hijo del hombre! [23] ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
(C.I.C 2546) ‘Bienaventurados los pobres en el espíritu’ (Mt 5, 3). Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres, a quienes pertenece ya el Reino (cf. Lc 6, 20): “El Verbo llama ‘pobreza en el Espíritu’ a la humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: ‘Se hizo pobre por nosotros’ (2Co 8, 9; S. Gregorio de Nisa, De beatitudinibus, oratio 1: PG 44, 1200). (C.I.C 544) El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23-26; Mt 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46). (C.I.C 16) La tercera parte del catecismo presenta el fin último del hombre, creado a imagen de Dios: la bienaventuranza, y los caminos para llegar a ella: mediante un obrar recto y libre, con la ayuda de la ley y de la gracia de Dios; mediante un obrar que realiza el doblemandamiento de la caridad, desarrollado en los diez Mandamientos de Dios. (C.I.C 2833) Se trata de "nuestro" pan, "uno" para "muchos": La pobreza de las Bien aventuranzas entraña compartir los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros (cf. 2Co 8, 1-15).

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