viernes, 1 de junio de 2012
Gn 21,1-2 Sara concibió y dio un hijo a Abraham ya anciano
1 El Señor visitó a
Sara como lo había dicho, y obró con ella conforme a su promesa. 2 En el
momento anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era
anciano.
(C.I.C 489) A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión
de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de
todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una
descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la Madre
de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe
un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda
expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf.
1Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf.
1S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres. María
"sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él
con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, la excelsa Hija
de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se
inaugura el nuevo plan de salvación" (Lumen
gentium, 55) (C.I.C 56) Una vez rota la unidad
del género humano por el pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la
humanidad a través de una serie de etapas. La Alianza con Noé después del
diluvio (cf. Gn 9, 9) expresa el principio de la Economía divina con las
"naciones", es decir con los hombres agrupados "según sus
países, cada uno según su lengua, y según sus clanes" (Gn 10, 5; cf. 10, 20-31).
(C.I.C 57) Este orden a la vez cósmico, social
y religioso de la pluralidad de las naciones (cf. Hch 17,26-27), está destinado
a limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su perversidad (cf.
Sb 10,5), quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel (cf. Gn
11,4-6). Pero, a causa del pecado (cf. Rom 1,18-25), el politeísmo, así como la
idolatría de la nación y de su jefe son una amenaza constante de vuelta al
paganismo para esta economía aún no definitiva. (C.I.C 58) La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el
tiempo de las naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación universal del Evangelio.
La Biblia venera algunas grandes figuras de las "naciones", como
"Abel el justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cf. Gn 14,18), figura
de Cristo (cf. Hb 7,3), o los justos "Noé, Daniel y Job" (Ez 14,14).
De esta manera, la Escritura expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los
que viven según la alianza de Noé en la espera de que Cristo "reúna en uno
a todos los hijos de Dios dispersos" (Jn 11,52).
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