viernes, 22 de junio de 2012
Gn 22,15-18 Yo te colmaré de bendiciones
15 Luego el Angel
del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo,16 y le dijo: «Juro
por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has
negado a tu hijo único, 17 yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla
del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, 18 y por
tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has
obedecido mi voz».
(C.I.C 705) Desfigurado por el pecado y por la muerte, el
hombre continua siendo "a imagen de Dios", a imagen del Hijo, pero
"privado de la Gloria de Dios" (Rm 3, 23), privado de la
"semejanza". La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la
Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá "la imagen" (cf.
Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la restaurará en "la semejanza" con el Padre
volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu "que da la Vida". (C.I.C 706)
Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como
fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf. Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38.
54-55; Jn 1, 12-13; Rm 4, 16-21). En ella serán bendecidas todas las naciones
de la tierra (cf. Gn 12, 3). Esta descendencia será Cristo (cf. Ga 3, 16) en
quien la efusión del Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de
Dios dispersos" (cf. Jn 11, 52). Comprometiéndose con juramento (cf. Lc 1,
73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado (cf. Gn 22, 17-19; Rm 8, 32;Jn
3, 16) y al don del "Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda para redención
del Pueblo de su posesión" (Ef 1, 13-14; cf. Ga 3, 14).
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