(Tt 3, 3) Antes éramos insensatos rebeldes extraviados
[3] Porque también nosotros antes éramos insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de los malos deseos y de toda clase de placeres, y vivíamos en la maldad y la envidia, siendo objeto de odio y odiándonos los unos a los otros.
(C.I.C 403) Siguiendo a san Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es "muerte del alma" (Concilio de Trento: DS 1512). Por esta certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso a los niños que no han cometido pecado personal (Concilio de Trento: DS 1514). (C.I.C 1871) El pecado es ‘una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna‘ (San Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22, 27: PL 42, 418). Es una ofensa a Dios. Se alza contra Dios en una desobediencia contraria a la obediencia de Cristo. (C.I.C 1872) El pecado es un acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. (C.I.C 1873) La raíz de todos los pecados está en el corazón del hombre. Sus especies y su gravedad se miden principalmente por su objeto. (C.I.C 1874) Elegir deliberadamente, es decir, sabiéndolo y queriéndolo, una cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del hombre, es cometer un pecado mortal. Este destruye en nosotros la caridad sin la cual la bienaventuranza eterna es imposible. Sin arrepentimiento, tal pecado conduce a la muerte eterna. (C.I.C 1875) El pecado venial constituye un desorden moral que puede ser reparado por la caridad que tal pecado deja subsistir en nosotros. (C.I.C 1876) La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios entre los cuales se distinguen los pecados capitales.
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