(Tt 3, 12-14a) Destacarse por sus buenas obras
[12] Cuando te mande a Artemás o a Tíquico, trata de ir a mi encuentro en Nicópolis, porque es allí donde he decidido pasar el invierno. [13] Toma todas las medidas necesarias para el viaje del abogado Zenas y de Apolo, a fin de que no les falte nada. [14a] Los nuestros deben aprender a destacarse por sus buenas obras,
(C.I.C 1955) La ley divina y natural (Gaudium et spes, 89) muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana: “¿Dónde, pues, están inscritas [estas normas] sino en el libro de esa luz que se llama la Verdad? Allí está escrita toda ley justa, de allí pasa al corazón del hombre que cumple la justicia; no que ella emigre a él, sino que en él pone su impronta a la manera de un sello que de un anillo pasa a la cera, pero sin dejar el anillo”. (San Agustín, De Trinitate, 14, 15, 21: PL 42, 1052). La ley natural “no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado a la creación”. (Santo Tomás de Aquino, In duo praecepta caritatis et in decem Legis praecepta expositio, c. 1).
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