sábado, 8 de enero de 2011

Tt 3, 10-11 Apártate de los que crean facciones

(Tt 3, 10-11) Apártate de los que crean facciones

[10] En cuanto a los que crean facciones, después de una primera y segunda advertencia, apártate de ellos: [11] ya sabes que son extraviados y pecadores que se condenan a sí mismos.

(C.I.C 870) "La única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica [...] subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él, aunque sin duda, fuera de su estructura visible, pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad" (Lumen gentium, 8). (C.I.C 821) Para responder adecuadamente a este llamamiento se exige: — una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Esta renovación es el alma del movimiento hacia la unidad (Unitatis redintegratio, 6); — la conversión del corazón para "llevar una vida más pura, según el Evangelio" (cf. Unitatis redintegratio, 7), porque la infidelidad de los miembros al don de Cristo es la causa de las divisiones; — la oración en común, porque "esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual" (cf. Unitatis redintegratio, 8); — el fraterno conocimiento recíproco (cf. Unitatis redintegratio, 9); — la formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes (cf. Unitatis redintegratio, 10); — el diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades (cf. Unitatis redintegratio, 4, 9, 11); — la colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres (cf. Unitatis redintegratio, 12). (C.I.C 865) La Iglesia es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda y última, porque en ella existe ya y será consumado al fin de los tiempos "el Reino de los cielos", "el Reino de Dios" (cf. Ap 19, 6), que ha venido en la persona de Cristo y que crece misteriosamente en el corazón de los que le son incorporados hasta su plena manifestación escatológica. Entonces todos los hombres rescatados por él, hechos en él "santos e inmaculados en presencia de Dios en el Amor" (Ef 1, 4), serán reunidos como el único Pueblo de Dios, "la Esposa del Cordero" (Ap 21, 9), "la Ciudad Santa que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de Dios" (Ap 21, 10-11); y "la muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero" (Ap 21, 14).

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