(Flm vv. 8-11) Prefiero suplicarte en nombre del amor
[8] Por eso, aunque tengo absoluta libertad en Cristo para ordenarte lo que debes hacer, [9] prefiero suplicarte en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, [10] te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. [11] Antes, él no te prestó ninguna utilidad, pero ahora te será muy útil, como lo es para mí.
(C.I.C 1710) “Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (Gaudium et spes, 22). (C.I.C 1711) Dotada de alma espiritual, de entendimiento y de voluntad, la persona humana está desde su concepción ordenada a Dios y destinada a la bienaventuranza eterna. Camina hacia su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y del bien. (Cf. Gaudium et spes, 15). (C.I.C 1712) La verdadera […] libertad es en el hombre el “signo eminente de la imagen divina” (Gaudium et spes, 17). (C.I.C 1713) El hombre debe seguir la ley moral que le impulsa “a hacer […] el bien y a evitar el mal” (Gaudium et spes, 16). Esta ley resuena en su conciencia. (C.I.C 1734) La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos. (C.I.C 1735) La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales.
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