domingo, 11 de agosto de 2019
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 525.
(Respuesta YouCat) Como cada día estamos en
peligro de caer en pecado y decir no a Dios, le suplicamos que no nos deje
indefensos ante el poder de la tentación.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2846) Esta petición llega a la raíz
de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la
tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos "deje caer" en ella.
Traducir en una sola palabra el texto griego es difícil: significa "no
permitas entrar en" (cf. Mt 26, 41), "no nos dejes sucumbir a la
tentación". "Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie"
(St 1, 13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje
tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate
"entre la carne y el Espíritu". Esta petición implora el Espíritu de
discernimiento y de fuerza.
Para meditar
(Comentario
YouCat) Jesús, que experimentó él mismo la tentación, sabe que somos hombres
débiles, que por nuestras propias fuerzas podemos oponer poca resistencia al
mal. Él nos regala esta petición del Padrenuestro, que nos enseña a confiar en
la ayuda de Dios en la hora de la prueba.
(Comentario CIC) (C.I.C
2847) El Espíritu Santo nos hace discernir
entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf. Lc 8,
13-15; Hch 14, 22; 2Tm 3, 12) en orden a una "virtud probada" (Rm 5,
3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf. St 1, 14-15).
También debemos distinguir entre "ser tentado" y
"consentir" en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara
la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es "bueno, seductor a
la vista, deseable" (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la
muerte. “Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres [...] En algo la
tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido
de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a
conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por
los bienes que la tentación nos ha manifestado” (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17: PG 11, 541-544).
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