sábado, 30 de junio de 2012
Ex 3,1-4 Lo llamó desde la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!»
1 Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró,
el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a
la montaña de Dios, al Horeb. 2 Allí se le apareció el Angel del Señor en una
llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía
sin consumirse,3 Moisés pensó: «Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por
qué será que la zarza no se consume?».4 Cuando el Señor vio que él se apartaba
del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!».
«Aquí estoy», respondió el.
(C.I.C 2575) También aquí, Dios interviene, el primero.
Llama a Moisés desde la zarza ardiendo (cf. Ex 3, 1-10). Este acontecimiento
quedará como una de las figuras principales de la oración en la tradición
espiritual judía y cristiana. En efecto, si "el Dios de Abraham, de Isaac
y de Jacob" llama a su servidor Moisés es que él es el Dios vivo que
quiere la vida de los hombres. El se revela para salvarlos, pero no lo hace
solo ni contra la voluntad de los hombres: llama a Moisés para enviarlo, para
asociarlo a su compasión, a su obra de salvación. Hay como una imploración
divina en esta misión, y Moisés, después de debatirse, acomodará su voluntad a
la de Dios salvador. Pero en este diálogo en el que Dios se confía, Moisés
aprende también a orar: rehuye, objeta y sobre todo interroga; en respuesta a
su petición, el Señor le confía su Nombre inefable que se revelará en sus
grandes gestas.
viernes, 29 de junio de 2012
Gn 50,20 Dios ha transformado en bien el mal
GÉNESIS 50
(Gn 50,20) Dios ha transformado en bien el mal
20 El designio de Dios ha transformado en bien el mal que
ustedes pensaron hacerme, a fin de cumplir lo que hoy se realiza: salvar la
vida a un pueblo numeroso.
(C.I.C 312) Así, con el tiempo, se
puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien
de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas:
"No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis
acá, sino Dios [...] aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó
para bien, para hacer sobrevivir [...] un pueblo numeroso" (Gn 45, 8; 50,
20; cf Tb 2, 12-18 vulg.). Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el
rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los
hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia (cf. Rm 5, 20), sacó el
mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin
embargo, no por esto el mal se convierte en un bien. (C.I.C 313) "En todas las cosas interviene Dios para bien de
los que le aman" (Rm 8, 28). E1 testimonio de los santos no cesa de
confirmar esta verdad: Así Santa Catalina de Siena dice a "los que se
escandalizan y se rebelan por lo que les sucede": "Todo procede del
amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no
sea con este fin" (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina provvidenza, 138). Y Santo Tomás Moro, poco
antes de su martirio, consuela a su hija: "Nada puede pasarme que Dios no
quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad
lo mejor" (Margarita Roper, Epistula
ad Aliciam Allington, (agosto 1534): Correspondence
of Sir Thomás More). Y Juliana de Norwich: "Yo comprendí, pues, por la
gracia de Dios, que era preciso mantenerme firmemente en la fe […] y creer con
no menos firmeza que todas las cosas serán para bien [...] Tú misma
verás que todas las cosas serán para bien " "Thou shalt see thyself that all MANNER of thing shall be well"
(Juliana de Norwich, Revelatio, 13,
32).
jueves, 28 de junio de 2012
Gn 49,24-25 Dios Todopoderoso que te da sus bendiciones
GÉNESIS 49
(Gn 49,24-25) Dios Todopoderoso que te da sus bendiciones
24 Pero los arcos
permanecieron rígidos y se aflojaron los brazos de los arqueros por el poder
del Fuerte de Jacob, por el nombre del Pastor, la Roca de Israel; 25 por el
Dios de tu padre, que te socorre, por el Dios Todopoderoso, que te da sus
bendiciones: bendiciones desde lo alto del cielo, bendiciones del océano que se
extiende por debajo, bendiciones de los pechos y del seno materno,
(C.I.C 269) Las Sagradas
Escrituras confiesan con frecuencia el poder universal de Dios. Es llamado "el Poderoso de Jacob" (Gn
49,24; Is 1,24, etc.), "el Señor de los ejércitos", "el Fuerte,
el Valeroso" (Sal 24,8-10). Si Dios es Todopoderoso "en el cielo y en
la tierra" (Sal 135,6), es porque Él los ha hecho. Por tanto, nada le es
imposible (cf. Jr 32,17; Lc 1,37) y dispone de su obra según su voluntad (cf. Jr 27,5); es el Señor del universo, cuyo
orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y disponible; es el
Señor de la historia: gobierna los corazones y los acontecimientos según su
voluntad (cf. Est 4,17b; Pr 21,1; Tb 13,2): "El actuar con inmenso poder
siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu brazo?" (Sb
11,21). (C.I.C 303) El testimonio de la
Escritura es unánime: la solicitud de la divina providencia es concreta e
inmediata; tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes
acontecimientos del mundo y de la historia. Las Sagradas Escrituras afirman con
fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos:
"Nuestro Dios en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo
realiza" (Sal 115, 3); y de Cristo se dice: "si Él abre, nadie puede
cerrar; si Él cierra, nadie puede abrir" (Ap 3, 7); "hay muchos
proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza"
(Pr 19, 21).
miércoles, 27 de junio de 2012
(Gn 45,7-8) Ha sido Dios el que me envió aquí
GÉNESIS 45
(Gn 45,7-8) Ha sido Dios el que me envió aquí
7 Por eso Dios hizo que yo los precediera para dejarles un resto en la tierra y salvarles la vida, librándolos de una manera extraordinaria. 8 Ha sido Dios, y no ustedes, el que me envió aquí y me constituyó padre del Faraón, señor de todo su palacio y gobernador de Egipto.
(C.I.C 312) Así, con el tiempo, se
puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien
de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas:
"No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis
acá, sino Dios [...] aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó
para bien, para hacer sobrevivir [...] un pueblo numeroso" (Gn 45, 8; 50,
20; cf Tb 2, 12-18 vulg.). Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el
rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los
hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia (cf. Rm 5, 20), sacó el
mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin
embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.
martes, 26 de junio de 2012
Gn 32,25-31 He visto a Dios cara a cara
GÉNESIS 32
(Gn 32,25-31) He visto a Dios cara a cara
25 Entonces se
quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. 26 Al ver que no
podía dominar a Jacob, lo golpeó en la articulación del fémur, y el fémur de
Jacob se dislocó mientras luchaban. 27 Luego dijo: «Déjame partir, porque ya
está amaneciendo:. Pero Jacob replicó: «No te soltaré si antes no me bendices».
28 El otro le preguntó: «¿Cómo te llamas?», «Jacob», respondió. 29 El añadió:
«En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y
con los hombres, y has vencido». 30 Jacob le rogó: «Por favor, dime tu nombre».
Pero él respondió: «¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?». Y allí mismo lo
bendijo. 31 Jacob llamó a aquel lugar con el nombre de Peniel, porque dijo: «He
visto a Dios cara a cara, y he salido con vida».
(C.I.C 707) Las Teofanías [manifestaciones de
Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a Moisés y desde
Josué hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La
tradición cristiana siempre ha reconocido que, en estas Teofanías, el Verbo de
Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y "cubierto" por la nube
del Espíritu Santo. (C.I.C 2573) Dios renueva su promesa a Jacob, origen de las
doce tribus de Israel (cf. Gn 28, 10-22). Antes de enfrentarse con su hermano
Esaú, lucha una noche entera con "alguien" misterioso que rehúsa
revelar su nombre pero que le bendice antes de dejarle, al alba. La tradición
espiritual de la Iglesia ha tomado de este relato el símbolo de la oración como
un combate de la fe y una victoria de la perseverancia (cf. Gn 32, 25-31; Lc
18, 1-8).
lunes, 25 de junio de 2012
Gn 30,1 Dame hijos, porque si no, me muero
GÉNESIS 30
(Gn 30,1) Dame hijos, porque si no, me muero
1 Al ver que no podía dar hijos a Jacob, Raquel tuvo
envidia de su hermana, y dijo a su marido: «Dame hijos, porque si no, me
muero».
(C.I.C 2373 La Sagrada Escritura y la práctica tradicional
de la Iglesia ven en las familias
numerosas como un signo de la bendición divina y de la generosidad de los
padres (cf. Gaudium et spes, 50). (C.I.C 2374) Grande es el sufrimiento de los
esposos que se descubren estériles. Abraham pregunta a Dios: ‘¿Qué me vas a
dar, si me voy sin hijos...?’ (Gn 15, 2). Y Raquel dice a su marido Jacob:
‘Dame hijos, o si no me muero’ (Gn 30, 1). (C.I.C 2378) El hijo no es un derecho sino un don. El ‘don […] más excelente […] del matrimonio’ es una persona
humana. El hijo no puede ser considerado como un objeto de propiedad, a lo que
conduciría el reconocimiento de un pretendido ‘derecho al hijo’. A este
respecto, sólo el hijo posee verdaderos derechos: el de ‘ser el fruto del acto
específico del amor conyugal de sus padres, y tiene también el derecho a ser
respetado como persona desde el momento de su concepción’ (Donum vitae, 2, 8). (C.I.C 2379) El Evangelio enseña que la
esterilidad física no es un mal absoluto. Los esposos que, tras haber agotado
los recursos legítimos de la medicina, sufren por la esterilidad, deben
asociarse a la Cruz del Señor, fuente de toda fecundidad espiritual. Pueden
manifestar su generosidad adoptando niños abandonados o realizando servicios
abnegados en beneficio del prójimo.
domingo, 24 de junio de 2012
Gn 28,10-22 El Señor será mi Dios
GÉNESIS 28
(Gn 28,10-22) El Señor será mi Dios
10 Jacob partió de
Berseba y se dirigió hacia Jarán. 11 De pronto llegó a un lugar, y se detuvo en
él para pasar la noche, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las
piedras del lugar, se la puso como almohada y se acostó allí. 12 Entonces tuvo
un sueño: vio una escalinata que estaba apoyada sobre la tierra, y cuyo extremo
superior tocaba el cielo. Por ella subían y bajaban ángeles de Dios. 13 Y
el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra
donde estás acostado. 14 Tu descendencia será numerosa como el polvo de la
tierra; te extenderás hacia el este y el oeste, el norte y el sur; y por ti y
tu descendencia, se bendecirán todas las familias de la tierra. 15 Yo estoy
contigo: te protegeré dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No
te abandonaré hasta haber cumplido todo lo que te prometo». 16 Jacob se
despertó de su sueño y exclamó» «¡Verdaderamente el Señor está en este lugar, y
yo no lo sabía!». 17 Y lleno de temor, añadió: «¡Qué temible es este lugar! Es
nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo». 18 A la madrugada del
día siguiente, Jacob tomó la piedra que la había servido de almohada, la erigió
como piedra conmemorativa, y derramó aceite sobre ella. 19 Y a ese lugar, que
antes se llamaba luz, lo llamó Betel, que significa «Casa de Dios». 20 Luego
Jacob hizo este voto: «Si Dios me acompaña y me protege durante el viaje que
estoy realizando, si me da pan para comer y ropa para vestirme, 21 y si puedo
regresar sano y salvo a la casa de mi padre, el Señor será mi Dios. 22 Y esta
piedra conmemorativa que acabo de erigir, será la casa de Dios. Además, le
pagaré el diezmo de todo lo que me dé».
(C.I.C 2573) Dios
renueva su promesa a Jacob, origen de las doce tribus de Israel (cf. Gn 28,
10-22). Antes de enfrentarse con su hermano Esaú, lucha una noche entera con
"alguien" misterioso que rehúsa revelar su nombre pero que le bendice
antes de dejarle, al alba. La tradición espiritual de la Iglesia ha tomado de
este relato el símbolo de la oración como un combate de la fe y una victoria de
la perseverancia (cf. Gn 32, 25-31; Lc 18, 1-8).
sábado, 23 de junio de 2012
Gn 23,4 Yo no soy más que un extranjero
GÉNESIS 23
(Gn 23,4) Yo no soy más que un extranjero
4 «Aunque yo no soy más que un extranjero residente entre
ustedes, cédanme en propiedad alguno de sus sepulcros, para que pueda retirar
el cadáver de mi esposa y darle sepultura»
(C.I.C 145) La carta a los
Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados insiste particularmente
en la fe de Abraham: "Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar
que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba" (Hb 11,8;
cf. Gn 12,1-4). Por la fe, vivió como extranjero y peregrino en la Tierra
prometida (cf. Gn 23,4). Por la fe, a Sara se otorgó el concebir al hijo de la
promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio
(cf. Hb 11,17). (C.I.C 146) Abraham realiza
así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: "La fe es
garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven"
(Hb 11,1). "Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia"
(Rom 4,3; cf. Gn 15,6). Y por eso, fortalecido por su fe, Abraham fu echo "padre
de todos los creyentes" (Rom 4,11.18; cf. Gn 15,15).
viernes, 22 de junio de 2012
Gn 22,15-18 Yo te colmaré de bendiciones
(Gn 22,15-18) Yo te colmaré de bendiciones
15 Luego el Angel
del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo,16 y le dijo: «Juro
por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has
negado a tu hijo único, 17 yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla
del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, 18 y por
tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has
obedecido mi voz».
(C.I.C 705) Desfigurado por el pecado y por la muerte, el
hombre continua siendo "a imagen de Dios", a imagen del Hijo, pero
"privado de la Gloria de Dios" (Rm 3, 23), privado de la
"semejanza". La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la
Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá "la imagen" (cf.
Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la restaurará en "la semejanza" con el Padre
volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu "que da la Vida". (C.I.C 706)
Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como
fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf. Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38.
54-55; Jn 1, 12-13; Rm 4, 16-21). En ella serán bendecidas todas las naciones
de la tierra (cf. Gn 12, 3). Esta descendencia será Cristo (cf. Ga 3, 16) en
quien la efusión del Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de
Dios dispersos" (cf. Jn 11, 52). Comprometiéndose con juramento (cf. Lc 1,
73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado (cf. Gn 22, 17-19; Rm 8, 32;Jn
3, 16) y al don del "Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda para redención
del Pueblo de su posesión" (Ef 1, 13-14; cf. Ga 3, 14).
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