sábado, 3 de septiembre de 2011

1Pd 4, 7b Tengan la moderación y la sobriedad

(1Pd 4, 7b) Tengan la moderación y la sobriedad

[7b] por eso, tengan la moderación y la sobriedad necesarias para poder orar.

(C.I.C 2752) La oración supone un esfuerzo y una lucha contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador. El combate de la oración es inseparable del "combate espiritual" necesario para actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo: Se ora como se vive porque se vive como se ora. (C.I.C 1690) El adiós ("a Dios") al difunto es "su recomendación a Dios" por la Iglesia. Es el "último adiós […] por el que la comunidad cristiana despide a uno de sus miembros antes que su cuerpo sea llevado a su sepulcro" (Ritual de exequias, Prenotandos, 10). La tradición bizantina lo expresa con el beso de adiós al difunto: Con este saludo final "se canta por su partida de esta vida y por su separación, pero también porque existe una comunión y una reunión. En efecto, una vez muertos no estamos en absoluto separados unos de otros, pues todos recorremos el mismo camino y nos volveremos a encontrar en un mismo lugar. No nos separaremos jamás, porque vivimos para Cristo y ahora estamos unidos a Cristo, yendo hacia Él [...] estaremos todos juntos en Cristo" (San Simeón de Tesalónica, De ordine sepulturae, 367: PG 155, 685). (C.I.C 1475) En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que que peregrinan todavía en la tierra - un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes" (Pablo VI, Indulgentiarum doctrina, 5). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado.

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