martes, 6 de septiembre de 2011

1Pd 4, 10-11 Dios sea glorificado en todas las cosas

(1Pd 4, 10-11) Dios sea glorificado en todas las cosas

[10] Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. [11] El que ha recibido el don de la Palabra, que la enseñe como Palabra de Dios. El que ejerce un ministerio, que lo haga como quien recibe de Dios ese poder, para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo. ¡A él sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos! Amén.

(C.I.C 864) "Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia", es evidente que la fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los laicos, depende de su unión vital con Cristo (cf. Jn 15, 5; Apostolicam actuositatem, 4). Según sean las vocaciones, las interpretaciones de los tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las formas más diversas. Pero la caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, "siempre es como el alma de todo apostolado" (Apostolicam actuositatem, 3). (C.I.C 856) La tarea misionera implica un diálogo respetuoso con los que todavía no aceptan el Evangelio (cf. Redemptoris missio, 55). Los creyentes pueden sacar provecho para sí mismos de este diálogo aprendiendo a conocer mejor "cuanto […] de verdad y de gracia se encontraba ya entre las naciones, como por una casi secreta presencia de Dios" (Ad gentes, 9). Si ellos anuncian la Buena Nueva a los que la desconocen, es para consolidar, completar y elevar la verdad y el bien que Dios ha repartido entre los hombres y los pueblos, y para purificarlos del error y del mal "para gloria de Dios, confusión del diablo y felicidad del hombre" (Ad gentes, 9).

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