(2Tm 2, 2) Lo que oíste de mí confíalo a hombres capaces
[2] Lo que oíste de mí y está corroborado por numerosos testigos, confíalo a hombres responsables que sean capaces de enseñar a otros.
(C.I.C 101) En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: "La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres " (Dei verbum, 13). (C.I.C 97) "La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios" (Dei verbum, 10), en el cual, como en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a Dios, fuente de todas sus riquezas. (C.I.C 94) Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia tanto de las realidades como de las palabras del depósito de la fe puede crecer en la vida de la Iglesia: – "Cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón" (Dei verbum, 8); es en particular la investigación teológica […] la que debe profundizar en el conocimiento de la verdad revelada" (Gaudium et spes, 62; cfr. 44; Dei verbum, 23; 24; Unitatis redintegratio, 4). – Cuando los fieles "comprenden internamente los misterios que viven" (Dei verbum, 8); "Divina eloquia cum legente crescunt" (“la comprensión de las palabras divinas crece con su reiterada lectura” (San Gregorio Magno, Homilía in Ezechielem 1, 7, 8: PL 76, 843). – "Cuando las proclaman los obispos, qque con la sucesión apostólica reciben un carisma de la verdad" (Dei verbum, 8). (C.I.C 95) "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (Dei verbum, 10,3).
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