martes, 23 de noviembre de 2010

2Tm 2, 14 Se eviten las discusiones inútiles

(2Tm 2, 14) Se eviten las discusiones inútiles

[14] No dejes de enseñar estas cosas, ni de exhortar delante de Dios a que se eviten las discusiones inútiles, que sólo sirven para perdición de quienes las escuchan.

(C.I.C 817) De hecho, "en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos algunas escisiones que el apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes" (Unitatis redintegratio, 3). Tales rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la herejía, la apostasía y el cisma; cf. CIC canon 751) no se producen sin el pecado de los hombres: Ubi peccata sunt, ibi est multitudo, ibi schismata, ibi haereses, ibi discussiones. Ubi autem virtus, ibi singularitas, ibi unio, ex quo omnium credentium erat cor unum et anima una ("Donde hay pecados, allí hay desunión, cismas, herejías, discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay unión, de donde resultaba que todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma" (Orígenes, In Ezechielem homilia 9, 1: PG 13, 732). (C.I.C 465) Las primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo que su humanidad verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, "venido en la carne" (cf. 1Jn 4, 2-3; 2Jn 7). Pero desde el siglo III, la Iglesia tuvo que afirmar frente a Pablo de Samosata, en un concilio reunido en Antioquía, que Jesucristo es hijo de Dios por naturaleza y no por adopción. El primer concilio ecuménico de Nicea, en el año 325, confesó en su Credo que el Hijo de Dios es "engendrado, no creado, de la misma substancia [homousion] que el Padre" (Símbolo Niceno: DS 125) y condenó a Arrio que afirmaba que "el Hijo de Dios salió de la nada" (Concilio de Nicea: DS 130) y que sería "de una substancia distinta de la del Padre" (Símbolo Niceno: DS 126).

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