martes, 31 de agosto de 2010

1Ts 5, 19-25 No extingan la acción del Espíritu

(1Ts 5, 19-25) No extingan la acción del Espíritu

[19] No extingan la acción del Espíritu; [20] no desprecien las profecías; [21] examínenlo todo y quédense con lo bueno. [22] Cuídense del mal en todas sus formas. [23] Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser –espíritu, alma y cuerpo– hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. [24] El que los llama es fiel, y así lo hará. [25] Hermanos, rueguen también por nosotros.

(C.I.C 243) Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), estará ahora junto a los discípul os y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre. (C.I.C 798) El Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable en todas las partes del cuerpo" (Pío XII, Mystici Corporis: DS 3808). Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el Cuerpo en la caridad (cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de construir el edificio" (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo (cf. 1Co 12, 13); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por "la gracia concedida a los apóstoles" que "entre estos dones destaca" (Lumen gentium, 7), por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias especiales [llamadas "carismas"] mediante las cuales los fieles quedan "preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia" (Lumen gentium, 12; cf. Apostolicam actuositatem, 3). (C.I.C 367) A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así san Pablo ruega para que nuestro "ser entero, el espíritu […], el alma y el cuerpo" sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor (1Ts 5,23). La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad en el alma (Concilio de Constantinopla IV, (año 870): DS 657). "Espíritu" significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural (Concilio Vaticano I: DS 3005; cf. Gaudium et spes, 22), y que su alma es capaz de ser elevada gratuitamente a la comunión con Dios (cf. Pío XII, Humani generis, (año 1950): DS 3891).

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