sábado, 14 de agosto de 2010

1Ts 2, 5-12 Como una madre que cuida a sus hijos

(1Ts 2, 5-12) Como una madre que cuida a sus hijos

[5] Ustedes saben –y Dios es testigo de ello– que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. [6] Tampoco hemos ambicionado el reconocimiento de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, [7] si bien, como Apóstoles de Cristo, teníamos el derecho de hacernos valer. Al contrario, fuimos tan condescendientes con ustedes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. [8] Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos. [9] Recuerden, hermanos, nuestro trabajo y nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena Noticia de Dios, trabajábamos día y noche para no serles una carga. [10] Nuestra conducta con ustedes, los creyentes, fue siempre santa, justa e irreprochable: ustedes son testigos, y Dios también. [11] Y como recordarán, los hemos exhortado y animado a cada uno personalmente, como un padre a sus hijos, [12] instándoles a que lleven una vida digna del Dios que los llama a su Reino y a su gloria.

(C.I.C 239) Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios. (C.I.C 858) Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, "llamó a los que él quiso […] y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" (es lo que significa la palabra griega "apóstoloi"). En ellos continúa su propia misión: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21; cf. 13, 20; 17, 18). Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a los Doce (Mt 10, 40; cf. Lc 10, 16).

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