lunes, 29 de julio de 2019
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 521.
(Respuesta YouCat – repeticion) Cuando
oramos para que se cumpla universalmente la voluntad de Dios, pedimos que en la
tierra y en nuestro propio corazón sea ya todo como es en el cielo.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2825a) Jesús, "aun siendo
Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia" (Hb 5, 8). ¡Con
cuánta más razón la deberemos experimentar nosotros, criaturas y pecadores, que
hemos llegado a ser hijos de adopción en Él!
Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir
su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos
radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su
Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger
lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre (cf. Jn 8,
29): “Adheridos a Cristo, podemos llegar a ser un solo espíritu con Él, y así cumplir su voluntad: de esta forma ésta se
hará tanto en la tierra como en el cielo” (Orígenes, De oratione, 26, 3: PG 11, 501).
Para meditar
(Comentario
YouCat) Mientras nos apoyemos en nuestros propios planes, en nuestros deseos y
en nuestras ideas, la tierra no se podrá convertir en el cielo. Uno quiere
esto, el otro quiere lo otro. Pero nuestra felicidad la encontramos cuando
queremos conjuntamente lo que Dios quiere. Orar es hacer sitio en esta tierra,
paso a paso, a la voluntad de Dios.
(Comentario CIC) (C.I.C
2825b) “Considerad cómo [Jesucristo] nos enseña a ser humildes, haciéndonos ver
que nuestra virtud no depende sólo de nuestro esfuerzo sino de la gracia de
Dios. El ordena a cada fiel que ora, que lo haga universalmente por toda la
tierra. Porque no dice 'Que tu voluntad se haga' en mí o en vosotros 'sino en
toda la tierra': para que el error sea desterrado de ella, que la verdad reine
en ella, que el vicio sea destruido en ella, que la virtud vuelva a florecer en
ella y que la tierra ya no sea diferente del cielo” (San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homilia 19, 5: PG 57, 280).
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