miércoles, 3 de octubre de 2018
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 359.
(Respuesta YouCat – repeticion) Decir a
alguien el propio nombre es una muestra de confianza. Al decirnos su nombre,
Dios se da a conocer y nos concede, mediante este nombre, el acceso a él. Dios
es totalmente verdad. Quien invoca a la verdad por su nombre, pero la emplea
para testificar una mentira, comete un pecado grave.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2152) Es perjuro quien, bajo juramento, hace una promesa que no tiene
intención de cumplir, o que, después de haber prometido bajo juramento, no
mantiene. El perjurio constituye una grave falta de respeto hacia el Señor que
es dueño de toda palabra. Comprometerse mediante juramento a hacer una obra
mala es contrario a la santidad del Nombre divino.
Para meditar
(Comentario YouCat) No se debe pronunciar el
nombre de Dios de forma irreverente. Pues lo conocemos únicamente porque él nos
lo ha confiado. El nombre es La llave de acceso al corazón del Todopoderoso.
Por eso es una falta grave blasfemar, maldecir usando el nombre de Dios y hacer
falsas promesas invocando su nombre. El segundo mandamiento es por tanto una
defensa de todo lo «santo». Lugares, objetos, nombres y personas que han sido
tocados por Dios son «santos». La sensibilidad por Lo santo se denomina reverencia.
(Comentario CIC) (C.I.C 2153) Jesús expuso el segundo mandamiento
en el Sermón de la Montaña: ‘Habéis oído que se dijo a los antepasados: «no
perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos». Pues yo os digo que no
juréis en modo alguno... sea vuestro lenguaje: «sí, sí»; «no, no»: que lo que
pasa de aquí viene del Maligno’ (Mt 5, 33-34.37; cf. St 5, 12). Jesús enseña
que todo juramento implica una referencia a Dios y que la presencia de Dios y
de su verdad debe ser honrada en toda palabra. La discreción del recurso a Dios
al hablar va unida a la atención respetuosa a su presencia, reconocida o
menospreciada en cada una de nuestras afirmaciones. (C.I.C 2154) Siguiendo a
san Pablo (Cf. 2Co 1, 23; Ga 1, 20), la tradición de la Iglesia ha comprendido
las palabras de Jesús en el sentido de que no se oponen al juramento cuando
éste se hace por una causa grave y justa [por ejemplo, ante el tribunal]. ‘El
juramento, es decir, la invocación del Nombre de Dios como testigo de la
verdad, sólo puede prestarse con verdad, con sensatez y con justicia’ (CIC
canon. 1199, 1).
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