martes, 2 de octubre de 2018
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 359.
(Respuesta YouCat – repeticion) Decir a
alguien el propio nombre es una muestra de confianza. Al decirnos su nombre,
Dios se da a conocer y nos concede, mediante este nombre, el acceso a él. Dios
es totalmente verdad. Quien invoca a la verdad por su nombre, pero la emplea
para testificar una mentira, comete un pecado grave.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2149) Las palabras malsonantes que emplean el nombre de Dios sin
intención de blasfemar son una falta de respeto hacia el Señor. El segundo
mandamiento prohíbe también el uso mágico
del Nombre divino. “El Nombre de Dios es grande allí donde se pronuncia con el
respeto debido a su grandeza y a su Majestad. El nombre de Dios es santo allí
donde se le nombra con veneración y temor de ofenderle” (San Agustín, De sermone Domini in monte, 2, 5, 19: PL
34, 1278).
Para meditar
(Comentario YouCat) No se debe pronunciar el
nombre de Dios de forma irreverente. Pues lo conocemos únicamente porque él nos
lo ha confiado. El nombre es La llave de acceso al corazón del Todopoderoso.
Por eso es una falta grave blasfemar, maldecir usando el nombre de Dios y hacer
falsas promesas invocando su nombre. El segundo mandamiento es por tanto una
defensa de todo lo «santo». Lugares, objetos, nombres y personas que han sido
tocados por Dios son «santos». La sensibilidad por Lo santo se denomina reverencia.
(Comentario CIC) (C.I.C 2150) El segundo mandamiento prohíbe el juramento en falso. Hacer
juramento o jurar es tomar a Dios por testigo de lo que se afirma. Es invocar
la veracidad divina como garantía de la propia veracidad. El juramento compromete
el nombre del Señor. ‘Al Señor tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre
jurarás’ (Dt 6, 13). (C.I.C 2151) La reprobación del juramento en falso es un
deber para con Dios. Como Creador y Señor, Dios es la norma de toda verdad. La
palabra humana está de acuerdo o en oposición con Dios que es la Verdad misma.
El juramento, cuando es veraz y legítimo, pone de relieve la relación de la
palabra humana con la verdad de Dios. El falso juramento invoca a Dios como
testigo de una mentira.
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