sábado, 29 de octubre de 2016
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 80.
(Respuesta YouCat – repetición) Dios quiso
que Jesucristo tuviera una verdadera madre humana, pero sólo a Dios como Padre,
porque quería establecer un nuevo comienzo, que no se debiera a ninguna fuerza
del mundo, sino únicamente a él.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 493) Los Padres de la tradición oriental
llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa" (Panaghia), la celebran “como inmune de toda mancha de pecado y como
plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo” (Lumen gentium, 53). Por la gracia de
Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su
vida.
Para Meditar
(Comentario YouCat) La virginidad de María no es ninguna idea
mitológica ya superada, sino un dato fundamental para la vida de Jesús. Nació
de una mujer, pero no tenía un padre humano. Jesucristo es un nuevo comienzo en
el mundo, fundado desde lo alto. En el evangelio de san Lucas, María pregunta
al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» (= no tengo relaciones con
ningún hombre; Le 1,34); a lo que responde el ángel: «El Espíritu Santo vendrá
sobre ti» (Le 1,35). Aunque la Iglesia, desde sus orígenes, ha sufrido burlas a
causa de su fe en la virginidad de María, siempre ha creído que se trata de una
virginidad real y no meramente simbólica.
(Comentario CIC) (C.I.C 496) Desde las primeras formulaciones de la
fe (cf. DS 10-64), la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno
de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando
también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido absque semine ex Spiritu Sancto
(Concilio de Letrán (año 649): DS 503), esto es, sin semilla de varón, por obra
del Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción virginal el signo de que es
verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una humanidad como la
nuestra: Así, San Ignacio de Antioquía (comienzos del siglo II): "Estáis
firmemente convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza
de David según la carne (cf. Rm 1, 3), Hijo de Dios según la voluntad y el poder
de Dios (cf. Jn 1, 13), nacido verdaderamente de una virgen [...] Fue
verdaderamente clavado por nosotros en su carne bajo Poncio Pilato [...]
padeció verdaderamente, como también resucitó verdaderamente" (San Ignacio
de Antioquía, Epistula ad Smyrnaeos 1-2).
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