sábado, 22 de octubre de 2016
Comentario CIC al YouCat. Pregunta n. 79.
(Respuesta YouCat – repetición) Sí. Jesús
«trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con
voluntad de hombre, amó con corazón de hombre» (Concilio Vaticano II, GS 22,2).
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 472) Este alma humana que el Hijo de Dios
asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podía
ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su
existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse
hombre, quiso progresar "en sabiduría, en estatura y en gracia" (Lc
2, 52) e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de
manera experimental (cf. Mc 6, 38; 8, 27; Jn 11, 34; etc.). Eso correspondía a
la realidad de su anonadamiento voluntario en "la condición de
esclavo" (Flp 2, 7).
Para Meditar
(Comentario YouCat) A la humanidad plena de Jesús
pertenece también que tuviera un alma y que se desarrollara espiritualmente. En
esta alma estaba radicada su identidad humana y su particular autoconciencia.
Jesús conocía su unidad con su Padre celeste en el Espíritu Santo, por quien se
dejaba guiar en todas las situaciones de su vida.
(Comentario CIC) (C.I.C 473) Pero, al mismo tiempo, este
conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de
su persona (cf. San Gregorio Magno, Epistula Sicut aqua: DS 475). “El Hijo de Dios conocía todas las cosas; y
esto por si mismo, que se había revestido de la condición humana; no por su naturaleza, sino en cuanto estaba unida al Verbo
[…]. La naturaleza humana, en cuanto che estaba unida al Verbo, conocía todas las cosas, incluso las
divinas, y manifestaba en sí todo lo que conviene a Dios" (San Máximo
Confesor, Quaestiones et dubia, Q. 1,
67: PG 90, 840). Esto sucede ante todo en lo que se refiere al conocimiento
íntimo e inmediato que el Hijo de Dios hecho hombre tiene de su Padre (cf. Mc
14, 36; Mt 11, 27; Jn 1, 18; 8, 55; etc.). El Hijo, en su conocimiento humano,
mostraba también la penetración divina que tenía de los pensamientos secretos
del corazón de los hombres (cf Mc 2, 8; Jn 2, 25; 6, 61; etc.).
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