sábado, 16 de enero de 2010

2Co 10, 6-18 El que se gloría que se gloríe en el Señor

(2Co 10, 6-18) El que se gloría que se gloríe en el Señor

[6] Y estamos dispuestos a castigar cualquier desobediencia, una vez que ustedes lleguen a obedecer perfectamente. [7] Acepten las cosas como son. El que hace alarde de ser de Cristo, reconozca que también lo somos nosotros, [8] y aunque yo me gloriara más de la cuenta en la autoridad que me dio el Señor, no me avergüenzo, porque es para edificación y no para destrucción de ustedes. [9] Les digo esto para que no piensen que pretendo atemorizarlos con mis cartas. [10] Porque algunos dicen: «Sus cartas son enérgicas y severas; en cambio, su presencia resulta insignificante y su palabra despreciable». [11] A los que dicen eso, les respondo: Lo que somos en nuestras cartas, cuando estamos ausentes, también lo seremos con nuestros actos, cuando estemos presentes. [12] En realidad, no pretendemos ponernos a la altura de algunos que se elogian a sí mismos, ni compararnos con ellos. El hecho de que se midan con su propia medida y se comparen consigo mismos, demuestra que proceden neciamente. [13] Nosotros, por nuestra parte, no nos gloriamos más allá de lo debido, sino que usamos la medida que Dios mismo nos ha fijado al hacernos llegar hasta ustedes. [14] En efecto, no nos excedemos en nuestro derecho: nos excederíamos, si no hubiéramos ido; pero nosotros fuimos para anunciarles la Buena Noticia de Cristo. [15] Nosotros no nos gloriamos más allá de lo que corresponde, aprovechándonos de los trabajos ajenos. Al contrario, abrigamos la esperanza de que, al crecer la fe de ustedes, se amplíe nuestro campo de acción, siempre de acuerdo con nuestra norma de conducta. [16] Así podremos llevar la Buena Noticia a regiones más alejadas todavía, sin entrar en campo ajeno ni gloriarnos en el trabajo de otros. [17] El que se gloría, que se gloríe en el Señor. [18] Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda.

(C.I.C 521) Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros. "El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre"( Gaudium et spes, 22). Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que Él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro: “Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y Misterios de Jesús, y pedirle con frecuencia que los realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia [...] Porque el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia […] por las gracias que Él quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros” (San Juan Eudes, Le royaume de Jésus, 3, 4: Oeuvres complètes, v. 1 p. 310-311).

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