viernes, 20 de noviembre de 2009

1Co 15, 55-57 Gracias a Dios que nos ha dado la victoria

(1Co 15, 55-57) Gracias a Dios que nos ha dado la victoria

[55] ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón? [56] Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley. [57] ¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

(C.I.C 1014) La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte ("De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor": Letanías de los santos), a pedir a la Madre de Dios que interceda por nosotros "en la hora de nuestra muerte" (Avemaría), y a confiarnos a San José, patrono de la buena muerte: “Habrías de ordenarte en toda cosa como si luego hubieses de morir. Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte. Mejor sería huir de los pecados que de la muerte. Si hoy no estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana?” (De imitatione Christi 1, 23, 5-8). “Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios”! (San Francisco de Asís, Canticum Fratris Solis). (C.I.C 1018) Como consecuencia del pecado original, el hombre debe sufrir "la muerte corporal, de la que el hombre se habría liberado, si no hubiera pecado" (Gaudium et spes, 18). (C.I.C 1017) "Creemos […] en la verdadera resurrección de esta carne que poseemos ahora" (II Concilio de Lyon: DS 854). No obstante, se siembra en el sepulcro un cuerpo corruptible, resucita un cuerpo incorruptible (cf. 1Co 15, 42), un "cuerpo espiritual" (1Co 15, 44).

No hay comentarios: